07 Jun Christian Gálvez: “Leonardo da Vinci fue un gran fracasado”
Christian Gálvezes ampliamente conocido como presentador dePasapalabra. Y no tanto como experto en la figura deLeonardo da Vinci, acreditado internacionalmente. Pero el televisivo esposo de la exgimnasta olímpica Almudena Cid acaba de publicar su segundo libro sobre esa figura (‘Leonardo da Vinci, cara a cara’, Aguilar), que a la vez es su tercera obra sobre los renacentistas. Ya forma parte del grupo mundial de sabios que busca los restos de Da Vinci para tratar de responder las muchas incógnitas en torno a su persona.
Ya le han preguntado qué lleva a un presentador de programas televisivos de entretenimiento a profundizar en Leonardo. Invierto la cuestión: ¿Qué hace un experto en Leonardo Da Vinci presentando Pasapalabra o Supervivientes?
Bueno, mis horarios en televisión me permiten hacer otras cosas. Uno siempre tiene alguna pasión. Llega un momento en que esa pasión se convierte en plan B y después en plan A. Y uno termina por no saber muy bien cuál será al final el A y el B. Por otra parte, hay que tener un poco de cuidado con la palabra experto porque en España está bastante denostada. A veces no se te reconoce dentro hasta que no te reconocen fuera. La verdad es que hasta hace dos meses -cuando le nombraron oficialmente experto internacional en Leonardo-, yo era “otro de la tele que publica libros”.
¿No tiene una sensación de desdoblamiento, por ejemplo cuando llega de una reunión de sabios sobre Leonardo y se mete en el plató para grabar Pasapalabra?
Me apasiona hacer Pasapalabra, que al fin y al cabo combina cultura y entretenimiento. Lo mismo que ocurre con muchos libros. Como el horario me lo permite, puedo compatibilizar el programa con mi otra actividad. En ella estudio a un polímata, un hombre reconocido como prototipo del Renacimiento que dominaba 14 ramas del saber. Yo ni siquiera domino dos ramas del saber, pero disfruto con las dos cosas que hago, y ambas me hacen muy feliz.
Sus libros subrayan los aspectos menos conocidos de Leonardo, sus carencias y problemas. Pero ¿qué es lo que más le atrae de él?
Lo que más me anima a estudiar y escribir sobre Leonardo es que todo el mundo admira al genio pero pocos conocen al hombre de verdad. Yo cursé magisterio y, aunque no llegué a terminar la carrera, siempre me gustó la pedagogía, tanto para niños como para mayores. Cuando hablamos del genio que fue Leonardo, sin que lo fuera considerado en su época, manejamos el concepto de genialidad con 500 años de diferencia. Hoy, un genio es visto como una persona inaccesible y la vida de Leonardo como persona normal resulta muy interesante. Con el libro ‘Matar a Leonardo’ dejé a un lado a la figura que conoce todo el mundo para centrarme en el ser humano y mostrar a ese gran fracasado que fue en vida.
¿Cómo, fracasado?
Sí. Leonardo fracasó en Vinci, en Florencia, en Milán, en Venecia y en Roma. Y sólo triunfo en los últimos tres días de su vida en Francia. ¡Fuga de cerebros en el Renacimiento! No mucha gente sabe, además, que era ilegítimo e iletrado; posiblemente disléxico, bipolar y con déficit de atención. Pero lo importante es que, a pesar de todos sus fracasos, nunca dejó de intentarlo. El suyo es un ejercicio de perseverancia muy bonito para enseñar a todo el mundo.
El caso es que usted lo presenta como un torpe, ¿Algún susto más?
Bueno, aparte de que le persiguieron por diseccionar cadáveres pese a que fue uno de los grandes anatomistas de su época, tampoco suele saberse que el cincuenta por ciento de los ingenios que se le atribuyen no los inventó él en realidad, sino que los mejoró. No es que eso sea poco pero, por ejemplo, el Hombre de Vitruvio -la ilustración con las proporciones ideales del cuerpo humano- no fue cosa suya sino una copia mejorada, lo mismo que el paracaídas y el ala delta. Y todas las cosas que quiso crear no llegó a probarlas. Se tiró veinte años estudiando el vuelo del pájaro para al final darse cuenta de que el hombre no genera la suficiente fuerza motriz como para batir las alas en vuelo. Y tuvo que centrarse en el murciélago.
También ha sugerido que le faltaba un tornillo.
Padecía una bipolaridad bastante expuesta. Renegaba absolutamente de las atrocidades de la guerra y, sin embargo, era lo bastante mercenario como para trabajar para César Borgia en las campañas de reconquista de la Toscana. Pero sobre todo hay que tener en cuenta que nunca, nunca consiguió lo que quiso. Una de sus últimas frases célebres es la que pronunció cuando estaba con Francisco I en Amboise: “Pido perdón a Dios y a los hombres porque mi trabajo no tuvo la calidad que tendría que haber tenido”. Y añadió: “Solo he perdido contra el tiempo”. De hecho, inicialmente todos los trabajos de Leonardo se perdieron. Llegó la revolución industrial, llegaron las marcas y las patentes. El hombre inventó el coche, el ala delta, el submarino. Y, cuando años más tarde se descubrieron los trabajos de Leonardo, se vio que él ya lo había inventado o predicho 300 años antes. Pero él no cambió la historia de la humanidad.
Tiene una vertiente antihéroe interesante, ¿eh?
Pues sí. Vivimos en una sociedad en la que se nos dice que unos ganan y otros pierden, y yo creo que en realidad unas veces se gana y otras se aprende. Porque también en el error está el aprendizaje. Es la diferencia entre el ídolo y el referente. Al ídolo le admiras a pesar de sus fallos y, sin embargo, cuando alguien se convierte en referente uno es capaz de valorar esos defectos y convertirlos en virtudes porque puedes trabajar sobre ellos.
Mucha gente estudia a Leonardo, pero usted ha conseguido destacar. ¿Cuántas horas le dedica a la semana?
Aproximadamente cinco al día, mínimo; un poquito menos cuando tengo que escribir, y ahora estoy sumergido en el cierre de la trilogía del Renacimiento, con Rafael.
Ese número tan redondo de horas suena a disciplina rigurosa.
Le dedico dos horas por la mañana y luego cuando vuelvo de mi turno de grabación por la tarde, y tras ver con mi mujer el capítulo de la serie que nos toca, me pongo con ello otra vez, tres horas por la noche.
¿Abusamos del epíteto “renacentista”? ¿Es compatible con los modelos de enseñanza y formación actuales?
Depende en qué. Esta disyuntiva me recuerda a la palabra maquiavélico, que está totalmente distorsionada con respecto a la figura a la que representa. Es curioso que se tienda a citar a Maquiavelo cuando una cosa es retorcida, macabra o malévola. ¿Cuál es la diferencia entre Maquiavelo y los políticos de la época, los Sforza, los Medici o los Borgia? Pues que Maquiavelo decía lo que había que hacer, sin más; era transparente. Y por ser transparente se le tergiversó todo. Una de las frases que más se le atribuyen es ‘El fin justifica los medios’, y él nunca dijo eso.
En cuanto al Renacimiento…
Depende de la noción que tengamos del renacimiento. Ocurre lo mismo que con el concepto de genialidad. Si vas a la RAE, se trata de la capacidad extraordinaria que uno pueda tener para hacer cosas dignas de admiración. Eso dista un poco de figuras como Einstein. Desde el punto de vista de la educación, fueron cinco valores los que hicieron posible el Renacimiento: Latín, Griego, Matemáticas, Filosofía y Literatura universal. Hoy, de aquello prácticamente sólo quedan las Matemáticas; lo demás está desapareciendo. De manera que hay poca polimatía. Hay poca curiosidad. Y lo que define al hombre del Renacimiento es que era curioso. Era ese adolescente que de repente se rebela contra el padre, que es Dios… Sólo que en un momento en que Dios ya no tiene la culpa de todo. Ya no es el que te manda los rayos, así que hay que investigar de dónde vienen los rayos. El hombre renacentista es en definitiva un adolescente rebelde y curioso al mismo tiempo. Otra característica que define el Renacimiento es la capacidad de prescindir de los prejuicios. Hoy en día llegas y dices que eres presentador y escritor y te responden: ‘Naaa, dime qué eres de verdad; elige’. Y parece que no puedes contestar que las dos cosas. En el Renacimiento llegabas y decías: ‘Soy pintor, arquitecto, filósofo, naturista, anatomista y escultor’, y nadie te replicaba: ‘¡Venga ya!’ Sino que te decían: ‘Demuéstralo’.
¿La sobrecarga de información y el facilísimo acceso a ella no pueden matar la curiosidad?
Tal vez haya algo de eso. Puede que el exceso de información esté torpedeando la curiosidad y la multidisciplina. Con el agravante de que la información en las redes no tiene filtro de calidad. No vale conformarse con lo que dice la Wikipedia. Yo he tratado de cambiar 5.000 veces mi ficha en Wikipedia porque dice que tengo dos carreras. Y es mentira. Casi terminé magisterio y empecé filología, pero no terminé ninguna de las dos. He tratado de cambiarlo una y otra vez, y al día siguiente me lo vuelven a poner sin que, al parecer, yo pueda hacer nada para evitarlo. Así que, para empezar, parte de la información que circula no es fiable. Por otra parte, el sistema educativo tiende a la super-especialización. Y sin embargo cuando sales a trabajar lo que te exigen es polivalencia sin remunerarte por ello. El resultado de lo uno y lo otro es que la posibilidad de multidisciplina y polimatía renacentista se va al carajo. Además, todo ese torrente continuo de información hace muy difícil seleccionar. Llega tanto y tan rápido y se va tan deprisa…
¿Le ha pasado en sus investigaciones?
Bueno, a mí no me han matado la curiosidad porque ésta surge de una pasión. En mi último trabajo me fijo en cómo el peso de la tradición y la psicología de masas han hecho que la imagen que tenemos de Leonardo sea un dibujo de cuando era viejo que ahora está en Turín. Y todo indica que esa atribución es un invento del Romanticismo. Si te interesa Leonardo y empiezas a buscar en Internet, lo primero que te encuentras es un número enorme de entradas con enigmas. Por ejemplo, que si la Última Cena de Leonardo incluye a María Magdalena. Es mentira. Y aunque fuera cierto, no sería herejía puesto que ya Fra Angelico la había incluido cincuenta años antes en San Marcos, en Florencia. Entonces, ¿cómo seleccionar un caudal inmenso lleno de inexactitudes? Sí, eso puede matar la curiosidad.
¿A usted le gustaría ser considerado renacentista o se conforma con polifacético?
Me gusta ser como soy. Independientemente de las cosas que pueda hacer, algunas muy mal por cierto. Siempre quise enfocar mi carrera hacia la interpretación y aquello no funcionó. Hice una peli y unas cuantas series, me quité la espina…, pero soy malo. O al menos no me gusto como actor y creo que si insistiera faltaría el respeto a los buenos profesionales de la interpretación. Pero soy feliz con lo que hago. En televisión o en literatura voy con respeto por encima de todo: respeto al espectador y al lector; al trabajo de mis compañeros y a mí mismo porque tengo que irme a dormir con la conciencia tranquila. Con polifacético ya está pero que muy bien. Porque lo de renacentista se quedan tan lejos… Es que con 23 años me estaba pegando con los colegas en la cancha de baloncesto y jugando a la Play. Y Miguel Ángel había hecho La Piedad. Y a los 88, uno antes de morir, mira lo que dijo; lo llevo tatuado: “Ancora sto imparando” (Todavía estoy aprendiendo).
Viene de un congreso en Florencia sobre Leonardo. ¿Qué han hecho allí?
Es el Congreso Leonardo. Por tercer año, representantes de los grandes laboratorios de genética de todo el mundo se han reunido con los mayores especialistas de Historia del Arte y estudioso de Leonardo para barajar la posibilidad de exhumar los huesos de los que se atribuyen como sus restos. Y para ampliar el equipo, lo que me ha permitido a mí estar con ellos.
Usted no cree que esos huesos pertenezcan a Leonardo, ¿verdad?
En un noventa por ciento, creo efectivamente que los huesos depositados en la capilla de Saint Hubert en el castillo de Amboise, el valle del Loira, no son los de Leonardo.
¿Puede explicar brevemente por qué no lo cree?
Fue en el Romanticismo cuando Arsène Houssaye, uno de los principales historiadores del arte y arqueólogos de Francia, levantó la teoría de que Leonardo fue enterrado allí, en la iglesia de San Florentín. Ese edificio quedó derruido en las guerras napoleónicas. Lo que se descubrió allí fue un osario gigante. Es verdad que él encontró partes de la lápida con la inscripción ‘Leonardus Vincius’, pero luego dejó escrito lo siguiente: ‘Leonardo era muy inteligente, así que lo que tengo que hallar es el cráneo más grande’. Y eso hizo. Bajó a la fosa común y cogió el cráneo más grande que vio y unos cuantos huesos, los subió, perdió los restos de lápida con la inscripción del nombre y ya. Así que hoy, en el Castillo de Amboise, lo que tenemos es una tumba donde se lee: ‘Aquí se cree que reposan los restos de Leonardo da Vinci’.
Entonces, ¿tanta investigación y tanto congreso sólo para confirmar científicamente que esos no son los restos?
No, porque hay sitios donde buscar. Ahora estamos tras los huesos del padre de Leonardo para hacer pruebas de ADN y contrastar. Y si en San Florentín hay veinte cadáveres, se exhuman los veinte y se examina su ADN. No por mera curiosidad. Es que a través del ADN podemos llegar a saber por qué Leonardo tenía esas capacidades, por qué inventó el sfumato, por qué veía en 3D y sólo él era capaz de ver los pájaros en movimiento y hacerles estudios de dibujo. Además, hoy el ADN permite hacer una reconstrucción facial sin tener el cráneo de la persona. Pero hay más, porque si lo hacemos con Rafael y Miguel Ángel, de los que tenemos localizados sus restos, quizá podamos entender por qué en ese momento, por qué allí, en Florencia, por qué ellos.
Falta mucho por saber…
Sí, pero tenemos la fecha de 2019, el del quinientos aniversario de la muerte de Leonardo. Queda mucho por saber desde el punto de vista científico. Yo no soy científico; lo que valoran de lo que puedo aportar es la documentación y una nueva línea de investigación respecto a la cara de Leonardo. Hay estudiosos de toda la vida que siguen defendiendo a capa y espada la veracidad del autorretrato de Turín cuando no hay ninguna prueba o evidencia de ella: ni artística ni literaria ni científica. Es un dibujo que aparece en 1810, trescientos años después de la muerte de Leonardo. Pero imaginemos que se puede desentrañar científicamente el porqué del surgimiento del Renacimiento en aquel momento en los Estados Italianos, en la ciudad de Florencia. ¿Por qué allí, por qué ese grupo de personas? ¿Qué pasó? ¿Tiene algo que ver con la genética? ¿Con un grupo étnico?
¿En la iconografía pesan más las imágenes forjadas por la tradición que los hechos probados?
Por supuesto. Mire la iconografía de Cristo. ¿De verdad nos imaginamos a Jesús de Nazaret, Yeshua ben Yosef, con el pelo color de miel y ojos azules? Y está demostrado que a Jesús no pudieron crucificarlo con clavos en las palmas de la mano porque el cuerpo habría caído. ¿Y ha llevado eso a cambiar la imagen? Herodes nació en el siglo -4, con lo que Cristo hubo de nacer como poco en el -5. El año cero no existe; se pasa de -1 al 1. Se sabe que la Navidad se impuso para reemplazar la fiesta del sol de los romanos. Y además es imposible que Jesús naciera en un portal de Belén en diciembre porque en esa época allí tienen 15 grados bajo cero. Otro tanto ocurre con los cuernos de los vikingos: otra representación que surge en el romanticismo, sin ninguna evidencia arqueológica o científica. Lo mismo que los pulgares de los romanos, arriba o abajo, en los circos. Claro que pesan más la tradición y la psicología de masas que los hechos. Pero no por eso hay que dejar de ser curioso.
De igual a igual con los sabios
En su último libro, ‘Leonardo da Vinci cara a cara’ (Aguilar), Christian Gálvez cuestiona que la imagen más aceptada de esta gran figura del Renacimiento, el supuesto autorretrato depositado en la Biblioteca Real de Turín, le corresponda realmente. Aduce que esa atribución data tan sólo de 1810, y esgrime otra teoría: “Por trazabilidad, cronología y compatibilidad en los rasgos, el retrato de Leonardo atribuido a Francesco Melzi y el representado en la Tavola Lucana son perfectamente compatibles. Y ambos se asocian a Leonardo desde 1519, año de su muerte”, aduce.
Los razonamientos de Gálvez le valieron en marzo el reconocimiento comoexperto mundial en Da Vinciy su acogida en el grupo de sabios del Congreso Leonardo, que busca los restos del inventor y artista para desentrañar sus secretos. Gálvez prepara ya el tercer volumen de su trilogía Crónicas del Renacimiento. El relato, que culmina la serie iniciada con ‘Matar a Leonardo Da Vinci’ y ‘Rezar por Miguel Ángel’, se titulará ‘Salvar a Rafael’ y, aunque tiene como protagonista a este pintor y arquitecto, se centrará en las olvidadas grandes mujeres del Renacimiento.
Fuente original: lavanguardia.com