23 Nov Leonardo da Vinci: entre la magia, el misterio y una operación de marketing
¿Cuánto vale un beso? ¿Qué precio tiene una sonrisa? ¿Vale una lágrima su peso en euros o dólares? Hay preguntas que, desde el primer momento de su formulación, se antojan imposibles de responder. Sucede lo mismo con todo lo que envuelve a la figura de Leonardo da Vinci. Un nuevo enigma (sí, por enésima vez) ha sobrevolado el imaginario colectivo de los amantes del arte durante las últimas semana: ¿cuánto cuesta un Da Vinci?
Permítanme la incertidumbre: ¿cuánto cuesta un «supuesto» Da Vinci en tabla de nogal de 45 x 65 centímetros? Desde el pasado 16 de noviembre esta pregunta sí tiene respuesta: 450,3 millones de dólares o, lo que es lo mismo, aproximadamente 382 millones de euros. Poco importa quién es Dmitry Rybolovlev (su expropietario) y cuánto costará su divorcio. Cada centímetro cuadrado de esta pintura está valorado en casi 128.000 euros. Si bien es cierto que no son pocos los que defienden que un cuadro vale lo que el comprador quiera pagar por él, no podemos obviar las dudas vertidas sobre la autenticidad del «Salvator Mundi».
Un evento social
La subasta se ha transformado en un evento social a nivel internacional, desde un timelapse que nos muestra una restauración de dudosa objetividad pasando por una breve muestra en la sala Christie’s en el Rockefeller Center de Nueva York hasta un vídeo promocional de la subasta donde nos sorprende la presencia del ganador de un Oscar Leonardo DiCaprio y de Patty Smith, miembro del Salón de la Fama del Rock. Detrás de las cámaras figura Nadav Kander, autor del retrato de Donald Trump para el número especial de la revista «Time»: «Persona del año 2016». Christie’s ha realizado también la campaña de marketing del siglo.
Algunos eruditos como Martin Kemp actualizaron sus catálogos vincianos en 2011 incluyendo el «Salvator Mundi» entre las obras destacadas del maestro de Vinci, destacando el sfumato de la pintura como firma inequívoca de Leonardo, sin unanimidad de los doctos en el universo vinciano. Curiosamente, en noviembre de ese mismo año la National Gallery de Londres presentaba la exhibición «Leonardo da Vinci: pintor en la Corte de Milán». El comisario artístico, Luke Syson, decidió exhibir el «Salvator Mundi» como una nueva obra redescubierta de Leonardo. Recordemos que Kemp defendió la autoría de Leonardo en el retrato de «La Bella Principessa», obra que hoy en día se autoatribuye el falsificador Shaun Greenhalgh. Dos grandes puntos de inflexión en la historia del arte.
Hablan los expertos
Charles Nicholl apenas menciona una composición original de Leonardo en su obra, Frank Zöllner tiene serías dudas, Michael Daley (director de ArtWatch UK) no encuentra evidencias suficientes para decir que es un Leonardo y Carlo Pedretti, que considera que «se trata de una sofisticada operación de marketing que está rodando hacia fuera como un original de Leonardo», fue vetado para acceder a la pintura tras la restauración. Nicola Barbatelli, director científico del Museo delle Antiche Genti di Lucania, no cree que el sfumato sea prueba indiscutible: «No es suficiente el supuesto encanto de unos ojos de sueño y algunos agotadores intentos de emular la genialidad del sfumato de Leonardo para levantar una obra de calidad mediocre de los pantanos, donde gimen ciertos textos de seguidores laboriosos de Leonardo».
Por si esto fuera poco, Barbatelli también posee un retrato atribuido a Leonardo da Vinci conocido como «Tavola Lucana», que presidió la última reunión del G7 en Taormina. Las pruebas científicas realizadas sobre esta pintura (C-14, rayos X XRF, reflectografía infrarroja y análisis de la caligrafía y de las huellas dactilares) permiten acercar mucho más esta obra a Leonardo da Vinci que el «Salvator», y está justificada en la obra de Domenico Romanelli de 1815 titulada «Napoli Antica e Moderna». Independientemente de su autoría, estoy totalmente de acuerdo con Ross King, prologuista de mi último trabajo literario y también miembro del Proyecto Leonardo: «Que una imagen convencional de Cristo atrajera una suma tan alucinante en nuestra era secular podría ser sorprendente. Pero, por supuesto, el precio pagado es un testimonio de la tremenda influencia de Leonardo en nuestra imaginación. Habla de cómo todavía hay magia y misterio, y casi una divinidad, unida a su nombre, casi 500 años después de su muerte».
Nuevos enigmas
Las noticias sobre los nuevos enigmas que rodean a Leonardo surgen por doquier. Atrás quedan, de momento, las teorías de Edith Sherwood y el manuscrito Voynich o la enrevesada obsesión de Lynn Picknett, Clive Prince y Vittoria Haziel por defender la autoría de Leonardo enla Síndone de Turín. La evolución actual de los jeroglíficos leonardianos pasa por convertir todo lo arcano en algo más tangible, cercano y consumible: el arte. Algo tangible que el espectador no solo pueda disfrutar, sino que alcance a entenderlo. Leonardo no debe pertenecer a una élite privada de eruditos, puesto que él mismo siempre se consideró un iletrado. El legado del autor del «Hombre de Vitruvio» es de todos y para todos. Sin excepciones. Sí, un Leonardo en jeans. No es tarde. En 2019 conmemoraremos el quinto centenario de la muerte del polímata más famoso de la historia y todos sabemos que un museo sin público no es más que un almacén. Ahora surgen las apuestas. ¿Quién exhibirá el «Salvator Mundi» en 2019? Un nuevo enigma está en el aire.
Uno de los nuevos objetivos del Proyecto ADN Leonardo es tener la oportunidad de probar la pintura en busca de evidencia biológica que pudiera proporcionar información adicional sobre la posibilidad de que Leonardo la llegara a tener en sus manos. Como me apunta desde la Rockefeller University de Nueva York Jesse H. Ausubel, vicepresidente de la Richard Lounsbery Foundation y director del Proyecto Leonardo: «Si bien es cierto que la superficie de la pintura ha sido limpiada varias veces, los bordes o la trasera pueden contener evidencias biológicas».
Si el retrato del Cristo Salvador atribuido a Leonardo vale 450 millones de dólares, ¿qué precio pondría el Louvre a la «Gioconda», cuya autenticidad no se discute gracias a los escritos de Antonio de Beatis, Giorgio Vasari, Cassiano dal Pozzo o Agostino Vespucci? ¿Por cuánto dejarían desmontar los dominicos de Santa Maria delle Grazie el muro en el cual está plasmada «La Última Cena», también del genio italiano, verificada por Matteo Bandello, Giambattista Giraldi, Antonio Billi, Paolo Jovio o el propio Vasari? Y es que el arte no es ni prohibitivo ni asequible. Una obra de arte vale lo que el marchante quiera desembolsar por ella. A veces, incluso, sin saber muy bien qué se compra. Y es que, por sí solos, 450 millones de dólares no hacen de un cuadro un Leonardo.
Fuente: http://www.abc.es