«Si quitas la pátina de genialidad y humanizas al personaje, apetece más»

«Si quitas la pátina de genialidad y humanizas al personaje, apetece más»

Estuvo en Logroño hace año y medio con su novela sobre Leonardo da Vinci y hoy (19 horas, en Santos Ochoa) regresa con la segunda entrega de la trilogía ‘Crónicas del Renacimiento’, dedicada a Miguel Ángel. En esta obra Christian Gálvez (Madrid, 1980) reconstruye la vida y obra de uno de los más grandes artistas de la historia, adentrándose en su círculo privado y en su taller.

‘Rezar por Miguel Ángel’ nos traslada a Florencia y Roma para acercarnos a la figura de un hombre creyente, terco y solitario, un artista frustrado y cumplidor. De su genialidad dan fe, entre otras obras, la Capilla Sixtina, el David o La Piedad.

-Al igual que los personajes de sus novelas, usted es un hombre muy renacentista en el sentido de que toca muchos palos (presenta, actúa, escribe…).

-Lo que ocurre es que últimamente hablar de la multidisciplina y de la polimatía está casi mal visto. La gente te quiere etiquetar con una cosa u otra, pero yo tengo ese espíritu renacentista de intentar abarcar un poco más de lo que se supone que debería hacer. Ocurre desde que somos niños por el hecho de ser curiosos, de apasionarnos por cualquier cosa y luego decidir si nos sirve o no, si nos gusta o no nos gusta, pero siendo nosotros los que decidimos. Poco a poco crecemos y encontramos que nos van podando un poco esas ganas de apasionarnos con las cosas.

Su debilidad por Leonardo da Vinci es más que evidente pero, como persona y no como personaje, ¿con quien ha conectado mejor: con Leonardo, Miguel Ángel o Rafael?

-Con Rafael no puedo contarte todavía porque estoy en pleno proceso de escritura de ‘Salvar a Rafael’ (se publicará dentro de dos años), pero sé que voy a conectar muy bien con él. Quizá es el menos conocido de los tres, pero posiblemente sea el que más corazón me robe. Leonardo es mi favorito porque representa ese ejemplo del polimatía, dominaba catorce ramas del saber, pero Miguel Ángel es el mejor artista de toda la historia, con lo cual es complicado.

Deme unas pinceladas de Miguel Ángel en las distancias cortas.

-Las bases que he consultado son las dos biografías publicadas en vida del artista, las de Ascanio Condivi y Giorgio Vasari. Era un artista frustrado porque se quiso dedicar a la escultura y, sin embargo, se paso media vida pintando y pasó a la historia por ello; era un tipo solitario, trabajaba con seguridad y no experimentaba con técnicas nuevas; vestía siempre de negro, cumplía sus tratos, era muy terco, tuvo problemas con la familia y trabajó en la pintura porque necesitaba ganar dinero para restaurar el honor perdido de los Buonarroti, una familia noble venida a menos. Estuvo contratado por el Vaticano mientras otros artistas eran mercenarios.

Enfrentarse cara a cara a estos genios del arte, cuando menos, impone. ¿Con qué actitud afronta cada nueva novela y a su protagonista?

-Sobre todo con respeto hacia las figuras históricas sobre las que voy a trabajar; con respeto a mí mismo como escritor, y con respeto hacia el lector, que es el que decide si sigues escribiendo o no. A partir de ahí intento hacer justicia. Me molesta mucho cuando a un niño o a un adulto le presentas un genio inalcanzable porque le estás diciendo que poco puedes aprender de él. Cuando arrancas esa pátina de genialidad y presentas a las personas de carne y hueso creo que las humanizas y apetecen más.

Historia y ficción se dan la mano en este libro. ¿Qué licencias se ha tomado a la hora de recrear el espacio privado de Miguel Ángel, su faceta humana?

-Licencias literarias no me tomo ninguna, todo está documentado. La pregunta que yo me hago es por qué hizo lo que hizo y por qué era como era Miguel Ángel; intento imaginar qué tipo de situaciones llevarían a esa persona a actuar de una manera o a crear arte de otra. Esa es la parte de ficción.

Éxito y esfuerzo

Además de la ardua labor de documentación a la que obliga escribir este tipo de novelas, ¿qué le resulta más esforzado de su labor literaria?

-Creo que a lo que a todo el mundo, sentarse y escribir. El miedo a la página en blanco; qué primeras palabras va a leer el lector; cómo acabar la novela, si va a gustar o no… Es todo el proceso de escritura porque, al final, hay que sentarse a escribir todos los días.

El éxito de la primera entrega, la de Leonardo, ¿condiciona de alguna manera los sucesivos libros?

-Desde un principio los planteé como una trilogía sincrónica, por lo que no tengo mucho margen de cambio. Sí es verdad que, cuando la primera funciona, la segunda es la que realmente importa, la que te marca la tendencia de tus lectores al alza o a la baja, y te da un poco de vértigo. Al final la respuesta ha sido muy positiva, pero es como lo que digo yo en ‘Pasapalabra’ a mi equipo: ‘equipo ganador no se toca’.

Entre sus múltiples facetas me sorprende su afición por los superhéroes. ¿Siempre está con los grandes?

-Soy un apasionado de los cómics, tengo más de 8.000, pero he descubierto que me gustan más las personas de carne y hueso. Al final, los superhéroes dependen del guionista, pero cuando coges a Miguel Ángel o a Leonardo y ves que ellos han sido también guionistas de sus propias vidas y han dejado escritos donde figura lo que ellos querían que leyésemos sobre ellos, entonces es cuando dices: la realidad supera a la ficción.

Fuente original: larioja.com